Después de volar más allá del paralelo 32 y de 900 km de autobús, de un recibimiento cariñoso y agradecido, de una expulsión en dos actos y de 1200 km de taxi...
Después de rebotar de unas dependencias diplomáticas a otras, de ocuparnos de diversas gestiones, de atender a los “mass” medios y a otros medios no tan “mass”...
Después de disfrutar de un tren de los que ya no encuentras en el mundo rico, de un descanso apresurado y del regreso al paralelo original...
Después de un recibimiento cariñoso y bonito como pocos, de una merecida celebración y de una buena sesión de relato y revisión del viaje, después de otro autobús...
Atravieso mi ciudad de madrugada y una llave presa en su cerradura me dice que si abro, todo acaba. Ya en mi habitación una última reflexión extenuada me dice que si me duermo, todo habrá acabado...
Quedarán ell@s. Quedará el recuerdo, y quedará el futuro.
Quedarán ell@s... seres oprimidos, confinados bajo un brazo férreo de impunidad. Sometidos al control de unos matones de barrio que operan a placer. El Aaiún, ¿una ciudad sin ley? Donde no sabes si es mejor encontrarte con una atajo de matones o con eso que dicen que es la policía. Pues lo mismo da o lo mismo parece.
Y esos seres, sabios, fraternos y luchadores, se quedarán esperando y resistiendo...
Esperando... que un día podamos volver.
Volver y contar a nuestra vuelta. No nuestro periplo como esta vez, sino el suyo, el de la opresión y la represión, el del abandono y el olvido de un gobierno, el español, que no tiene valor para afrontar las consecuencias de su pasado, antaño colonizador y aún el legal administrador de aquella tierra, el Sáhara Occidental.
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